El avispón oriental (Vespa orientalis) es un tipo de véspido originario de las zonas tropicales y templadas de Asia Central, Oriente Medio y el sudeste de Europa, incluidos países mediterráneos como Albania, Grecia, Italia y Malta.
Se observó en España en 2012 (en Valencia), pero no se estableció allí, al no sobrevivir al invierno. Seis años más tarde, en 2018, fue avistada por primera vez en la importante ciudad portuaria de Algeciras, en Cádiz, desde donde inició, esta vez sí, una progresiva expansión en los años siguientes.¹ Vespa orientalis también ha sido avistada más recientemente en Francia (en Marsella en 2021, y en dos departamentos vecinos en 2023).
No parece insignificante que estas introducciones hayan tenido lugar cerca de grandes puertos a los que llegan constantemente mercancías. Su adaptación al clima cálido y seco contribuyó a su rápida propagación por el sur de la Península Ibérica.
Vespa orientalis es un insecto eusocial que vive en colonias creadas por una hembra reproductora fecundada que sale de la hibernación en primavera. Generalmente establece un nido en una cavidad, en el suelo o en paredes, que crece con el paso de las semanas.
Una vez desarrollada, la población de obreras se hace numerosa, y son ellas las que se encargan de buscar comida y traerla al nido para alimentar a las larvas de las generaciones siguientes. A finales de verano o principios de otoño, las nuevas hembras reproductoras emergen y son fecundadas. Más tarde, al bajar las temperaturas, estas hembras se refugian en grietas o cavidades para hibernar hasta la primavera siguiente.
Estudios realizados en Egipto revelaron que la máxima actividad depredadora se produce a una temperatura de 24,4ºC y una humedad relativa del 69,5%, así como a 17,3ºC y una humedad del 79%. También se observó un máximo de obreras forrajeras en octubre, con un segundo pico de población en noviembre.
Por su parte, las reinas comienzan a detectarse en la última semana de abril y continúan emergiendo hasta julio (Taha, 2013).² Otro estudio de Shoreit (1998) detectó reinas fundadoras entre enero y mayo, con una actividad máxima en marzo.³ Las discrepancias entre las investigaciones podrían explicarse por las fluctuaciones climáticas anuales y la tendencia general hacia inviernos más suaves observada desde principios del siglo XXIᵉ.
Muchas especies de insectos inician su actividad en respuesta a la temperatura; por ejemplo, las hembras reproductoras de Vespa velutina (una especie de véspido con muchas similitudes) salen del letargo invernal cuando las temperaturas mínimas superan los 10ºC (Monceau et al., 2012).⁴
También se observaron preferencias en cuanto a las horas de caza. En el norte del Sinaí no se observó actividad depredadora sobre las colmenas antes de las 9 h ni después de las 15 h, con picos de población de avispones entre las 9 h y el mediodía. El mayor número de avispones se detectó en septiembre, y en los meses siguientes se observaron hábitos de caza más tardíos, entre el mediodía y las 18 h.⁵ (Mahfouz, 2022).
Este aumento de la actividad al final del verano se debe al nacimiento de los machos, que fecundan a las hembras, futuras fundadoras de los nidos la primavera siguiente. Los cambios climáticos en determinadas regiones, hacia inviernos más suaves y una estación estival más larga, favorecen la expansión de esta especie hacia nuevas zonas (Mahfouz, 2022)⁵.
En países como Egipto, el avispón oriental es el principal depredador de las abejas, causando daños a la producción de miel y problemas en la polinización de los cultivos. También afecta a la producción agrícola al alimentarse de uvas, dátiles y otros árboles frutales, causando pérdidas económicas considerables.⁶
Las colonias de véspidos cercanas a los colmenares ejercen una continua acción depredadora sobre las abejas que se encuentran cerca de las colmenas y los bebederos, provocando una despoblación crítica para la colonia. Es más, cuando las abejas detectan depredadores cerca de la colmena, se muestran reacias a salir a buscar alimento. La presencia de 10 avispones frente a las entradas es suficiente para reducir la actividad de pecoreo de las abejas entre un 60 y un 100%.⁷ Este cese del pecoreo conduce a un estado progresivo de desnutrición y estrés oxidativo, debido al estado de alerta permanente de la colonia.
La intrusión de avispones en una colmena también puede transmitir enfermedades víricas: un estudio realizado en Italia por P. Zucca en 2023 reveló la presencia del DWV (virus de las alas deformadas), el BQCV (virus de las celdas de reina negra) y el SBV (virus de la cría sacciforme), entre otros.⁸
En Egipto, las pérdidas de colonias de abejas atribuibles a Vespa orientalis oscilan entre el 18,6% y el 44,2% (Mahfouz, 2022),⁵ aunque otros autores (Al-Fattah, 2009)⁹ han informado de hasta un 50% de colmenas muertas.
El avispón oriental construye sus nidos en agujeros, paredes, cavidades y madrigueras abandonadas de otros animales. Estos nidos son relativamente difíciles de identificar porque tienen una entrada discreta; esto es precisamente lo que supone un peligro. Los paseantes en libertad pueden acercarse demasiado a un nido, desencadenando una reacción defensiva. Su picadura es muy dolorosa, provoca un dolor intenso que se extiende más allá del punto de inoculación. En personas no alérgicas, puede provocar malestar general, mareos y fiebre. Los síntomas son mucho más graves en las personas alérgicas. La sensación de dolor y el edema subcutáneo persisten varios días, y la remisión completa de los síntomas puede durar hasta 2 semanas (Zucca, 2023).⁸
La expansión incontrolada de esta especie, que encuentra un nicho ecológico favorable e inicialmente no tiene depredadores, se está volviendo inevitable e irreversible, lo que también supone un riesgo para la salud pública.
A pesar de ser un problema que va más allá de la apicultura, es el apicultor quien sufre las mayores pérdidas y a quien no le queda más remedio que intentar reducir los efectos de la presencia de avispones en sus colmenas.
Deben aplicarse varias estrategias como parte de una gestión integrada de plagas, buscando los efectos acumulativos de sus impactos parciales (Sweelam, 2019).¹⁰
Se siguen estudiando otros métodos de control, como el uso de repelentes en las colmenas a base de aceite esencial de ciprés (Augul, 2023).¹² Los cebos envenenados o las láminas adhesivas para roedores suelen estar prohibidos debido a su baja selectividad y a su impacto en otras especies silvestres.
También se conoce un enemigo natural de Vespa orientalis: la avispa parásita Sphecophaga vesparum Curtis (Havron, 1995),¹³ así como bacterias como Anthrax leucogaster y Pyemotes ventricosus, que han demostrado su eficacia en el control de nidos (Wafa, 1968).¹⁴
La investigación trabaja para desarrollar atrayentes basados en feromonas específicas que capturen el mayor número posible de avispones sin residuos tóxicos ni impacto en la fauna local. Mientras tanto, es esencial hacer todo lo posible para mantener el bienestar y la producción de nuestras colmenas frente a este nuevo invasor.
Referencias :
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