Hay que adaptar la estrategia de la explotación al ritmo de trabajo de las abejas. Ellas, la floración disponible, y la meteorología, irán marcando los trabajos a realizar, que pueden resumirse en cuatro acciones más importantes:
Solo las colmenas vigorosas podrán darnos cosecha y responder adecuadamente a los manejos de la explotación. Por ello es necesario, antes de nada, evaluar el vigor de las colmenas que resistieron al invierno, para saber con qué efectivos contamos y qué manejos hacer para optimizarlos.
El vigor de una colonia debe evaluarse observando tres de sus componentes:
Es preciso que haya una cierta cantidad de obreras, una masa crítica capaz de generar en una buena parte de la colmena temperaturas de 32-35 oC, necesarios para el desarrollo de la cría, que deberá aumentar y rejuvenecer la población para alcanzar masa de abejas capaz de cosechar. Cuanto peores sean las temperaturas de la zona donde tenemos a las abejas mayor deberá ser esa masa crítica. Además, en previsión de los cambios de tiempo propios del inicio de la primavera, las obreras de la colmena deberán tener suficientes reservas nutricionales almacenadas en su abdomen, lo que se detectará porque este sea más largo que las alas.
La presencia de abejas “cortas”, flacas, en la piquera, y su elevada mortandad después de un golpe de frío puede estar producida por mala nutrición, varroa o nosema.
Un buen estado nutricional de las obreras puede apreciarse también en que aportan una buena cantidad de jalea real a las larvas jóvenes, de manera que estas no están en seco.
Debe evitarse la pérdida de calor en las colmenas con poca población de abejas, para lo que se utilizarán partidores de espacio o ponchos, que permitirán a las abejas presentes controlar mejor la temperatura del volumen ocupado. También pueden fusionarse dos colmenas débiles para poder tener una con posibilidades de supervivencia.
El valor de una reina se evalúa a través de la presencia de huevos, su abundancia, y la supervivencia de su puesta (aunque esta puede estar influida negativamente por otros factores como varroa, loques, pollo escayolado, hambre, residuos en la cera…).
En esta revisión de la cría deberemos estar también atentos a los síntomas de enfermedades que hayan podido generar esa falta de supervivencia de la Foto 4: varroa, pollo escayolado, mala nutrición, loques, residuos en la cera…
Nunca deben mantenerse reinas que pongan más de un huevo por celdilla, es un indicador de que la colmena es zanganera o zanganeará en breve. La única excepción permisible son las reinas recién fecundadas en la primera semana de puesta.
La calidad de una reina no puede medirse por su color, ni por su tamaño (siempre que tenga un mínimo); pero sí por la viveza de sus movimientos y el estado del borde de la punta de sus alas, si están desflecadas es que es vieja, si están bien es joven.
La dieta equilibrada de las abejas es 80 % de miel y 20 % de polen, que almacenan alrededor de la cría; el polen como una corona alrededor de esta, y la miel como una capa más exterior y extensa. Ambos elementos deben estar al alcance de las abejas, en zona donde las bajas temperaturas no impidan su acceso, por ello deben estar cerca de la cría, que es la zona más calefactada.
La cantidad de miel y polen presente dependerá de la meteorología y la floración que tengan las colmenas en su zona. Un exceso de miel puede ocasionar problemas de calentamiento (la miel es mala conductora del calor), y un exceso de polen bloquear el crecimiento de la cría generando colmenas poco pobladas.
Un defecto de uno u otro nutriente en la colmena puede ser soportado temporalmente por la colonia, utilizando las reservas corporales del abdomen de las obreras (abejas “largas”, gordas, ver Foto 1). Pero si no hay aportes nuevos, de la floración, o al aplicar un pienso complementario, de miel, de polen, o de ambos (dependiendo de las necesidades), las abejas enflaquecerán y disminuirá la cría y su calidad (ver Fotos 2 y 4).
Una buena gestión de las reservas puede ayudarnos a aumentar la población de abejas, comenzando un mes o mes y medio antes de que las necesitemos. Para ello se realiza una estimulación, alimentando con jarabes líquidos y, en el caso de no haber polen, se suele añadir un suplemento proteico en la zona calefactada, cercana a la cría. Este tipo de manejo se realiza cuando las temperaturas externas a medio día suelen ser de unos 16-18 oC. Siempre que se hagan estos manejos hay que ser prudentes para no desequilibrar la población entre nodrizas y larvas a cuidar.
En el caso de que solo sea necesario el aporte de un pienso complementario para mantener la población, este deberá ser pastoso.
Es imprescindible comenzar la campaña con poca varroa, ya que esta se duplicará o triplicará mensualmente, pudiendo llegar a colapsar la colmena en unos meses. Al inicio de la primavera se debe revisar la eficacia del tratamiento de varroa de otoño, para evaluar la evolución de la población residual de varroa. Inviernos tan calientes como el 2022/2023 nos obligan a estar alertas. Después de monitorizar varroa en los colmenares veremos si es pertinente hacer un tratamiento de primavera.
Deberíamos revisar unas 10 colmenas por asentamientos (sea el tamaño del colmenar el que sea, idealmente un 25% del apiario), 5 de ellas en la zona de la primera fila por donde entran las abejas, y las otras 5 de las que vemos en piquera con síntomas sospechosos: presencia de abejas con el virus de las alas dañadas (Foto 8), pupas expulsadas (Foto 9), incluso la presencia de algunas varroas muertas enfrente de la piquera o en los bordes de esta.
El monitoreo de la población de varroa puede hacerse sobre abejas adulta o sobre cría de obrera. Aproximadamente 1/3 de la población de varroa estará sobre las obreras adultas, y los 2/3 restantes reproduciéndose bajo los opérculos de la cría.
La observación directa de varroa sobre abeja adulta no es fiable, ya que solo alrededor del 20 % de ellas son visibles en la parte media y superior, el 80 % están no visibles, fijadas sobre la parte ventral. Es necesario desprenderlas. Para un monitoreo fiable sobre abeja adulta se deben tomar unas 200-300 obreras de un panal con cría operculada, y desprender las varroas adheridas con azúcar glas o mejor con alcohol, que es más efectivo.
Para el monitoreo sobre cría de obrera deben desopercularse unas 200 celdillas, con un cuchillo sumamente afilado, o un cúter, y vaciarlas golpeando en la tapa de una colmena vecina. El monitoreo sobre cría de zángano no es fiable, ya que al estar este en la periferia de la cría es posible que la población de varroa no se haya extendido aún hasta él, y obtengamos resultados falsos de la presencia de varroa.
Los niveles de alarma son del 1 % sobre abeja obrera y del 9 % sobre cría operculada de obrera.
Durante el invierno habremos tenido un porcentaje de bajas, que debemos reponer para mantener nuestra explotación en su dimensión. Y la primavera es la época natural de reproducción de la especie, de la salida de enjambres. Debemos intentar controlar ese instinto de reproducción primaveral y dirigirlo hacia la renovación de las reinas viejas, cubrir bajas y, si es posible, la producción de enjambres para la venta.
Podemos, simplemente, dividir las colmenas que hayan tenido mejor cosecha el año anterior, no hayan tenido problemas de enfermedades, y sean mansas. Una de las resultantes de la división (“núcleo ciego”) se criará su reina y en un mes o así tendremos una nueva colmena con reina nueva poniendo.
Si queremos asegurar y adelantar el trabajo podemos producir previamente las reinas necesarias, siempre de colmenas seleccionadas. O podemos comprarlas en un proveedor de garantía.
En estas operaciones podemos tener algunos días con carencia de celdas operculadas en la colmena, o de cría totalmente, es el ideal para realizar un tratamiento de control de varroa. Cuanta menos cría haya en una colmena mejor será la eficacia de todos los tratamientos de varroa, y más fácil será aplicarlos.
La calidad de la cera de los panales es vital. Las ceras viejas, negras, acumulan residuos de los tratamientos contra varroa, tienen un mayor número de esporas y agentes patógenos, y trasmiten peor el calor que las ceras nuevas.
La primavera es también la época ideal para la renovación del 20–30 % de los panales viejos. Para ello, previamente, en los controles anteriores, los panales dañados, envejecidos, o colindantes a los tratamientos contra varroa, se habrán ido desplazando hacia los costados de las colmenas. Cuando haya entrada de néctar y polen llegará el momento en el que estas “blanqueen”, si tienen suficiente población. Veremos pegotes de cera, blanquecinos, en la parte superior de los marcos o/y de los panales (Foto 10). Este crecimiento de abejas y reservas es lo ideal para introducir las nuevas láminas de cera para estirar, mejor en posiciones calefactadas, tocando a la cría, y, según población y meteorología, en un principio sin partir su nido por el riesgo de los contratiempos.
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