En este artículo presentamos dos casos clínicos del virus de la parálisis crónica de las abejas (CBPV) en España. Extendemos nuestro agradecimiento a Ana Mompó e Inma Segura (ADS APIVAL), así como a Fernando Calatayud y Enrique Simó (ADS APIADS), por proporcionarnos estos casos tan esclarecedores. Antes de examinar los casos concretos, repasaremos la etiología, la patogenia, la transmisión y los síntomas del CBPV.
El virus de la parálisis crónica de las abejas o CBPV está formado por dos moléculas separadas de ARN de cadena positiva. Su clasificación no está clara, por lo que no se incluye en ningún género o familia, aunque comparte características con la familia de virus vegetales Tombusviridae y Nodaviridae.1
Se ha observado un aumento considerable de la incidencia y la carga vírica del virus de la parálisis crónica en Europa, Asia y Estados Unidos.2
Se cree que la transmisión natural del virus dentro de la colonia se produce por contacto estrecho (roce) entre abejas infectadas y sanas, y por contacto con las heces de abejas enfermas, el virus es capaz de infectar a las abejas melíferas en todas las fases de desarrollo. La posibilidad de transmisión aumenta durante los episodios climáticos adversos de primavera, cuando las colmenas están superpobladas, son muy activas y las abejas no pueden buscar alimento.3
En estas circunstancias se han producido los casos más graves de los últimos años en nuestro país, como ejemplo cabe recordar las intensas y persistentes lluvias de la primavera de 2020 en el área mediterránea y los numerosos y graves brotes de CBPV, así como los casos que se han producido a finales de la primavera de 2024 en zonas del interior de la Península Ibérica.
Bordin y col. (2022)4 han estudiado la incidencia de varios patógenos en el noreste de Italia y respecto al CBPV comentan que la prevalencia fue muy alta en las primaveras de 2020 y 2021, 98,8% y 82,2% respectivamente, y afirman que la aparición de la forma clínica de infección por este virus está relacionada con episodios de hacinamiento en la colmena, especialmente durante episodios de mal tiempo inesperado en primavera y verano y/o por el consumo de mielatos. La relación entre esta virosis y el consumo de mielato por parte de las abejas se conoce desde hace mucho tiempo, por lo que en algunos países europeos se denomina «enfermedad del bosque«.
Los síntomas característicos pueden incluir:
Todo ello acaba produciendo una despoblación tal que las colonias se vuelven inviables, aumentando considerablemente la tasa de mortalidad en la explotación.
El diagnóstico diferencial es el proceso de identificar una enfermedad distinguiéndola de otras afecciones con síntomas similares.
Como diagnóstico diferencial, deben considerarse las siguientes afecciones:
En el primer caso, existe una sintomatología compatible con la producida por el virus de la parálisis crónica, siendo su presentación recurrente en un único colmenar de una explotación apícola de un apicultor profesional. El inicio de los síntomas es siempre en las mismas fechas (febrero) y se viene produciendo anualmente desde que el apicultor comenzó a instalar colmenas en ese lugar (2020).
En el caso del colmenar en cuestión, creemos que uno de los principales desencadenantes puede deberse al alimento natural que recogen las abejas en la zona, ya que en el resto de colmenares del mismo apicultor y gestionados de la misma manera, esto no ocurre.
El colmenar está situado en una zona de montaña de tipo mediterráneo, a 770 m de altitud, sin cultivos cercanos, lo que ayuda a descartar intoxicaciones agroambientales. Como flora predominante encontramos : jara, brezo, romero, tomillo, poleo, ajedrea, rabo de gato (Acalypha hispida), diente de león, marrubio, borraja, coscoja, lentisco…, entre otras menos abundantes. A 130 m del colmenar hay una estructura hidráulica, a modo de balsa de riego.
Estudios muy recientes han establecido una relación directa entre la microbiota intestinal de las abejas y la transmisión y manifestación clínica del virus de la parálisis crónica. Las abejas tienen una comunidad intestinal bastante bien caracterizada.5 Estas bacterias, como las de cualquier animal vertebrado, favorecen la correcta asimilación de los alimentos y desempeñan un papel importante en la inmunidad frente a diversas enfermedades, principalmente ataques víricos.
El CBPV utiliza el sistema inmunitario del huésped para disminuir la población de especies probióticas del núcleo y, a continuación, aumenta la proliferación de patógenos oportunistas para facilitar la infección vírica.2
Parece que el hábitat desempeña un papel importante en la formación de la microbiota intestinal de las abejas6, lo que puede ayudarnos a entender por qué, a pesar de que todos los colmenares de este apicultor se gestionan de la misma manera, las infecciones recurrentes en términos de virus de la parálisis crónica son recurrentes en este único colmenar.
Sería interesante para una posible prevención preparar a las abejas mediante complementos alimenticios que promuevan la multiplicación de bacterias «buenas» en el intestino para ver si esto influye de alguna manera en una menor manifestación de la enfermedad.
También puede ser interesante la administración de probióticos específicos con el mismo fin.
Se trata de un caso especialmente extremo, pero que ilustra muy bien el efecto potenciador que el confinamiento de las abejas en condiciones meteorológicas adversas produce en la transmisión del virus de la parálisis crónica en el interior de la colmena. Durante la primavera de 2021, las lluvias en la zona de la Ribera del Xúquer (Valencia) fueron tan intensas en primavera que provocaron inundaciones puntuales de algunos campos cercanos a cursos de agua. En un colmenar de unas 20 colmenas situado en uno de estos puntos, el campo se inundó hasta un nivel de unos 40-50 cm, por lo que las colmenas quedaron parcialmente anegadas, a pesar de estar asentadas sobre soportes metálicos. Las colmenas estaban muy hacinadas y con mucha cría, algunas de ellas con un alza. Las abejas, en estas condiciones, se veían obligadas a confinarse en un volumen reducido por el agua, de modo que el contacto y la fricción entre las abejas aumentaban enormemente. Pocos días después del final de la inundación, empezaron a aparecer algunas abejas muertas en la colmena, así como pupas de cría muertas por los efectos del agua.
Más tarde, empezaron a aparecer muchas abejas con temblores, parálisis y la cutícula negra brillante típica de la infección por CBPV («black robbers»). La infección por este virus fue tan grave que, al cabo de 2-3 semanas, cerca de la entrada se acumulaban miles de abejas muertas y cientos de abejas con síntomas típicos. Al final del proceso vírico, más de la mitad de las colmenas sufrieron una despoblación casi total, otras sufrieron una grave pérdida que las hizo prácticamente inviables y sólo consiguieron sobrevivir las 4-5 colmenas menos vigorosas antes de la inundación.
El CBPV supone una importante amenaza para las colonias de abejas, sobre todo en condiciones de hacinamiento y climatología adversa. Comprender el papel del hábitat y la microbiota intestinal en la transmisión del CBPV puede ofrecer nuevas estrategias preventivas. Nuevas investigaciones sobre suplementos dietéticos y probióticos pueden aportar medidas eficaces para mitigar el impacto de este virus en las poblaciones de abejas.
REFERENCIAS
Copyright: National Bee Unit
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